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Heavenletter #5095 La Gran Realización

Dios dijo:

Tú eres Yo. Tú eres Yo. Tú eres Yo.

¿Hay algo más que tú, el llamado tú, tienes que saber?

No significa que todo lo demás sea una pérdida de tiempo, no en absoluto. Todo es por algo. Al mismo tiempo, todo el mundo está en camino, ya sea este cerca o lejos, de darse cuenta de que Tú eres Yo. Ésta es la Gran Realización.

Naturalmente, Yo no estoy hablando de decir estas palabras e intelectualizar sobre ellas. Yo voy mucho más allá del pensamiento de las palabras. Me refiero a la Realidad en la que, de pronto, o poco a poco, te fundes en Mi bienaventuranza. Tú permaneces en tu cuerpo, y no lo dejas. Todavía lo llevas contigo, y atiendes tus asuntos cotidianos, pero al mismo tiempo, en vez de sentirte separado de Mí, tú te has separado de tu cuerpo y de toda la identidad que va junto con él. Tú estás en tu cuerpo y sabes que eres tú, y mientras vives tu vida en tu cuerpo, tú eres Mi expresión, de Mí mismo y de Mí. Y eso es todo.

En tu propia Realidad, te has elevado a Mi Esencia. Tú te conviertes, por así decirlo, en Mí en toda Mi neutralidad y gloria. Tú ves como Yo veo. Tú oyes como Yo oigo. Estás fuera de la trampa de la vida ordinaria en el mundo. Todavía vives en el mundo pero ya no estas atrapado en esa identidad singular. Te has fusionado a la Unicidad. La Unidad ha emergido de tu Ser. Ya no puedes resistir. No necesitas esperar a dejar tu cuerpo. Tú entras de lleno en Mí, por así decirlo. El pequeño tú desaparece. Adiós, pequeño tú.

No renuncias a nada, y ganas todo. Vuelas a la cabeza de la clase y te fusionas con cada fibra de tu Ser en Mí. Ya no puedes estar separado de Mí. Lo semejante se atrae, y tú entras directamente, sigues siendo un cuerpo en la Tierra, pero tienes la consciencia en el Cielo Conmigo, centrado en Mí, adorado en Mí. A pesar de estar en medio de todo el intercambio en la Tierra, te has convertido en Mí.

Cada uno de Mis hijos se eleva para fusionarse Conmigo y convertirse en Yo Mismo. Al mismo tiempo que participas día a día de la vida en la Tierra, te has elevado al Cielo. Mira, tú sabes Quién eres y, por lo tanto, Me conoces como a Ti Mismo. No hay partida de Mi amor. Eres consciente de Mi amor. Te has entregado totalmente a Mi Luz. Cualquier diferencia entre tu luz y Mi luz ya no puede ser imaginada o sostenida.

¿Quién es el que dice que eres diferente de lo que Yo Soy? Que papel tan triste para representar, tomar menos que la Plenitud de Dios y desfilar por los alrededores como menos, mucho menos. Llevas un traje de desfile cuando eres la Divinidad de Dios. Éste es el Estado de la Verdad, y lo vivirás a tiempo completo. Yo siempre he visto la Luz de Mi Mismo en ti. Siempre ha estado allí. Tú no la viste. Viste mal. Tu vista estaba ofuscada, tu corazón y tu mente también, sin embargo, al mismo tiempo, tuviste un vislumbre de tu Totalidad. En algún lugar en lo más recóndito de tu mente, tú descartaste ese vislumbre. Decidiste que no podía ser verdad. Te miraste con desconfianza a ti mismo, porque si te cortas, sangras. Si te golpeas el dedo con un martillo, dolería y gritarías. A pesar de eso, igualmente, eres la Realidad Mayor que aparentemente, todavía no te atribuiste a ti mismo.

Y, aun así, llega el día en que te olvidas de esta alteridad. Una vez fuiste un hijo de la ignorancia que estaba seguro de que sabia de lo que estaba hablando cuando todavía no tenia este sólido conocimiento de que él y Yo somos Uno, y, aun más, que no existe ningún otro. Existe Uno. Sin tener en cuenta a las multitudes, existe sólo Uno, ni siquiera Uno de nosotros, sólo Uno, Yo, Dios, que es, y, así, éste es tu regreso a la inocencia, y no existe Nosotros en Realidad, sólo Yo, y nadie más. Sólo Yo Soy.