Dios dijo:

Puedes desear la Paz interior con todas tus fuerzas. Sin embargo, una y otra vez, te encuentras en el caos. Puedes encontrarte aterrorizado, socavado, sacudido, devastado, encarcelado en una envoltura de pánico. Y anhelas la Paz. Darías cualquier cosa por la Paz, pero no la tienes.

Gritas: "Dios, dame la Paz. La Paz es lo que más quiero."

No parece importar lo mucho que anhelas, deseas, exiges, autorizas, defiendes la Paz, pareces haberla asustado. La Paz parece alejarse de ti. Te sumerges en la turbulencia en su lugar. Aun cuando comprendes que la turbulencia que parece rodearte es de tu creación, la alimentas. Puedes tener una mano extendida hacia la Paz, y sin embargo tu otra mano se extiende más lejos y toca el tormento.

El terror que enfrentas ni siquiera parece ser sobre la muerte, pero, oh, sí, se trata de la pérdida, pero no de la pérdida de tu Vida. Las muertes de otros, sí, sin embargo, tu pánico nacido de terrores se toma más importancia ante tus ojos que eso.

La pérdida de una pierna puede ser más grande para ti que la pérdida de la Vida. La pérdida de la juventud parece ser un gran impedimento de la felicidad. Sabes que eres más grande que la superficialidad, sin embargo cuánto te encantaría recobrar tu juventud con tu piel firme con ella.

Te puedes decir a menudo:

"¿Cual es el problema conmigo? ¿Qué me está pasando? Si deseo la Paz, ¿por qué siempre encuentro obstáculos para ella? No es que no sepa cómo hacerlo. Sé cómo hacerlo, pero persisto en sabotearme. ¿O me engaño a mi mismo? No puede ser que yo prefiera la agonía de la lucha. ¿Quién en su sano juicio lo haría?

"Estoy lleno de preocupaciones. Si me hago esto a mí mismo, ¿qué hago a los demás? ¿Qué erupciones dentro de ellos llevo a la superficie?

"Me apresuro y rujo y luego me doy por vencido. Me entrego a lo que no quiero en absoluto.

"¿Dónde estás, Dios, que me he quedado fuera del Reino?

"Oh, sí, puedo oírte, Dios, que sólo puedo ser yo quien me deja fuera del Reino. O dirías que estoy dentro del Reino, pero no lo veo.

"Dios, abre mis ojos de par en par para que yo pueda ver. ¡Ayúdame a ver el mundo del modo en que Tú ves al mundo!

"Me pregunto a veces, en Tú afán de ayudarme a ver puedes golpearme duro sobre la cabeza, y aún así no veo. Me pongo delante de Ti, pidiéndote que me ayudes a ver de una vez por todas, y todavía no veo la Gloria que Tú ves y das.

"Sé que estoy mejor conociendo de la Gloria que representas antes que no conocerla. Mejor perderla que nunca haberla visto. Honestamente, no sé qué es que, y parezco ser incapaz de Vivir la Paz. Aun cuando digo esto, sé que esto no puede ser cierto, aunque parezca ser verdad y real para mí en una tierra baldía donde mi Vida parece estar prisionera.

"¿Dónde pertenezco? Entiendo que me diste la Tierra para multiplicarme, sin embargo, es mi dolor el que multiplico. Debe ser que creo que Tú eres responsable de mi miseria. No, yo sé que no, Dios, que no puede ser que tú lo hagas. No pones la miseria en mi corazón, pero ¿cómo es posible que yo escogiera la miseria en vez de a Ti? Finalmente me gustaría saber qué es lo que me pasa, que me pongo ropa de luto cuando puedo ir Contigo, Contigo, Dios, Contigo.

"Un centímetro de distancia de Ti es demasiado largo y demasiado lejos. Si estoy verdaderamente vivo Contigo en mi Corazón, ¿cómo puedo sentirme tan desolado?

-Sí, Dios, sé que me lo dirás. Sé que me llamas. Tú me dirás:

-'Ven un poco más cerca, Amigo Mío. Un pequeño paso, y no sabrás nada más que estar en Mi Corazón, Nuestro Único Corazón donde residimos en el Cielo y en la Tierra. ¡En sus marcas, listo, ya!

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