Dios dijo:
Dios sabe que no quieres estar enojado. Amado, ni siquiera quieres que la ira hierva a fuego lento en el quemador trasero de tu estufa.
Has visto a otros contener su ira, sin embargo parece que tú luchas con tu propia ira reconocida. A veces sientes irritación y enojo. No parece importar cuánto no quieres estar cerca de la ira. Sigues tratando de ahuyentar tu ira, y aquí estás, inmerso en la ira una y otra vez. Te preguntas si realmente eres civilizado. De qué te lamentas que te hace sentir tan enojado una y otra vez incluso cuando gritas que no quieres la ira que, sin embargo, parece surgir repetidamente dentro de ti. Reconoces que es dentro de ti que las llamas de la ira se avivan.
Que tu enojo esté justificado no lo hace mejor para ti. Quieres que la abrumadora sensación de la ira desaparezca. La ira te aplasta. Simplemente no sabes cómo calmar tu ira y al mismo tiempo no quieres que la ira vuelva a surgir dentro de ti.
Comprendes que la ira que sientes es tu ira. Cuando sientes las insuperables olas de ira, no importa cuán justificado puedas sentirte, no quieres la ira. Justificada o no, ¿para qué quieres la ira? Realmente no crees que la ira de ningún tipo te sirva. ¿Para qué podría servir la ira, en todo caso?
La ira ni siquiera sirve realmente a tu ego. Tu ejército de ira te disminuye a ti y a tu vida tal como la conoces. Vaya enojo. Simplemente no lo quieres nunca más, pero parece que no sabes cómo deshacerte de él. Tampoco querrás transmitir enojo a nadie. Tampoco te importa perder el tiempo discutiendo los pros y los contras de tu enojo. No hay pilas de basura designadas para descargar tu ira. No hay recogidas regulares donde la ira despilfarrada se recoja en la basura los viernes por la mañana.
No quieres enojo. Punto. Tampoco deseas descargar tu ira sobre otra persona, pase lo que pase. No importa que tan justa pueda parecer la ira, deseas fervientemente no mantener siquiera una chispa de ella.
La ira solo parece fomentar la ira. Gritas para que te quiten tu ira y la eliminen de una vez por todas, eliminándola ahora y para siempre. Sin embargo, aquí estás con la ira aferrándose a ti.
Quieres liberarte de la ira. Definitivamente no quieres meter tu ira en una caja y guardarla en el fondo de un armario.
No ves la ira como una necesidad en absoluto. Hay tantas cosas agradables que se te ofrecen y libertades también. Tu quieres la Paz. La Paz contigo en este momento de enojo se suma a ti con Libertad de la ira. A ti te encantaría una Paz Pura, pero en este momento aplaudirías incluso un poco de Libertad contra la cólera profana. Te conformarías con la ausencia de ira. Estarías muy agradecido por eso por no más enojo apretador de dientes.
No sientes que sea pedir demasiado. Aun así, no te sientes capaz de atenuar la ira. Harías cualquier cosa para eliminar la ira, tu ira personal y cualquier cosa para eliminar la ira de la faz de la Tierra. Realmente no quieres sólo arrojar la ira de un acantilado a alguna parte. Realmente no deseas ahogar la ira. Deseas que la ira desaparezca.
¿Y entonces qué? ¿Comienzas a sentirte débil? ¿Qué reemplazaría las corrientes de ira en el mundo entonces? Incluso cuando deseas con todo tu Corazón que la ira desaparezca, te preguntas dónde te dejaría la falta de enojo.
Fervientemente dices:
"Dios, sin las emociones, ¿cómo sería la vida? ¿Se retiraría la vitalidad junto con la ira? Sin la ira, ¿no tendría yo ímpetu? ¿Qué significa esto, Dios? ¿Me volvería frío como la piedra?"
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