Dios dijo:
Sabe cuan bello/a realmente eres y conocerás la felicidad en cada día de tu vida. Cualquier insatisfacción que tengas en la vida, está basada en la valoración que haces de ti mismo/a. Sí, en el mundo suceden cosas que te irritan; pero, tu irritación es contigo mismo/a, y no tanto con la vida misma o con los otros, como sueles creerlo. Te precipitas al juzgar a alguien o algo como la fuente de tu irritación, cuando ese algo o ese alguien te recuerdan lo que percibes como tu propia ineptitud.
Una cosa u otra en el mundo relativo están mal en un momento u otro, de ello no te quepa duda. Alguien o algo te ofenderán o te molestarán. Sin embargo, si no fueras tan duro contigo mismo, no te tomarías la vida tan seriamente como lo haces. No te la tomarías seriamente en absoluto.
Tu autoimagen tiene una herida. Cuando alguien más comete una falta, esa falta actúa como la sal sobre tu herida. Con tu irritación hacia los demás, en realidad estás deciento:
“No me recuerdes más, ni una sola vez, mi flaqueza humana. Por esta razón, te señalo y no puedo tolerar tu incapacidad para ser perfecto. Yo no puedo tolerar mis propios errores y, de ahí que, no puedo tolerar en absoluto los tuyos. No puedo tolerar los errores de nadie. Es automático para mí, exigir la perfección en ti y, te respondo automáticamente cuando revelas cualquier imperfección. Mientras más imperfecto me percibo, más furioso me torno contigo. Quiero creer que eres tu quien causa mi pena, cuando en realidad soy yo la causa, la sola y única causa”.
“Tú eres para mí como una bandera roja para un toro. Cuando no eres como yo quiero que seas, parece que sólo soy capaz de sacudirte. Me he convertido en un juez tirano, al juzgarte deficiente. Arrancas mi mente y mis errores de mí, mientras te juzgo. Tu presencia alimenta mi atención en mí mismo”.
“Eres mi chivo expiatorio. Toda persona lo es. Mientras más me juzgo, más te encuentro culpable”.
“Y ahora, me vuelvo hacia ti, Dios. Te he pedido cientos de veces que me liberes de juicios. Tú me has dicho cientos de veces que me amas, a mí y a todos tus hijos, profundamente, y que Tú me ves desde una perspectiva más grande, de aquella desde la que me veo a mí mismo. Aun así, lo que Tú dices sobre esto, no parece hacer mella en mí. Pongo la cara de alguien más en el cartel de ‘Se busca’, en el que debería estar la mía; y me alboroto y fumo. En realidad soy intolerante a mi mismo”.
“Y ahora Tú dices que si yo pudiera romper esta barrera, yo conocería la felicidad para siempre”.
“Llévame allí, Dios. Estoy supremamente dispuesto y no parece que pueda hacerlo por mí mismo. Presta más atención a esto. Libérame, por favor, de mi propio desagrado hacia mí mismo. Borra esta imagen perenne de mí mismo. Quítala de mi vista. Reemplaza mi juicio por amor. Oh, si sólo yo pudiera hacerlo”.
“Dios, esto me guiaría a verdes pastos. Esta sola cosa sería más valiosa que un reino. Daría toda mi vida en la tierra por ser libre de lo que inevitablemente me retiene en la vida. Esta es mi vida en el mundo, y tengo baja autoestima. Por favor, Dios, torna mi insatisfacción en aceptación. La insatisfacción no podría valer menos de lo que es. La aceptación de mí mismo, y de los otros, lo vale todo para mí”.
“¿La iluminación lo transfiere en aceptación de mí mismo? ¿A caso las opiniones e imágenes de mi mismo no contribuyen a nada útil en el mundo? ¿Significan todas mis confrontaciones con los demás lo mismo que cuando me elevo de mí mismo sin grilletes? ¿Me elevaré entonces del mundo entero y de todos? ¿Significa la iluminación que yo no soy maligno, sino una bendición, y que lo que yo soy, lo son todos en realidad? ¿es así como es, Dios?”
Sí, es correcto. Buscar las faltas solo está dentro de ti. Arranca la astilla de tu ojo, amado.
Traducido por: Jhrendon
Enlace original: http://heavenletters.org/this-is-worth-a-king-s-bounty-to-you.html